martes, 3 de noviembre de 2009

IMPORTANCIA DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA EN LA EDUCACIÓN

Hablar del hombre es hablar de educación. El ser humano a lo largo de su desarrollo se enfrenta con un sin fin de cambios y circunstancias que le facilitan o le dificultan su crecimiento personal, como afirmaba Jaime Balmes “La educación es al hombre lo que el molde al barro: le da la forma”. En algún momento tendremos aprendizajes positivos, en otro, aprendizajes negativos, lo importante es valorar y discernir sobre cómo emplearemos dichos aprendizajes en el amplio acervo de nuestro accionar, como lo diría Sir Winston Churchill “Personalmente estoy siempre dispuesto a aprender, aunque no siempre me gusta recibir lecciones”, es aquí donde la moral juega su papel; donde los paradigmas cambian; donde la educación cambia lo similar; donde aunque los hombres nos parezcamos e interactuemos en común, nos hacemos diferentes.

Pretendo abordar la importancia de entender al hombre desde una perspectiva humana, conociéndolo como persona, como ese ser dotado de libertad y responsabilidad, con cualidades, capacidades y bondades que le dan la oportunidad de ser único y original para que a la vez, comprenda la relación que existe entre él y la educación activa de nuestro tiempo, pasando de las aulas escolares a la cotidianidad de nuestra sociedad tecnológica y cambiante y, ¿por qué no?, comprender la necesidad de regresar al plano humano para generar así un verdadero aprendizaje. Siento en este sentido que el hombre se ha deshumanizado, ha dejado de reflexionar en sus acciones, de pensar antes que todo en que existe a la par suyo una comunidad que espera algo de él aunque en muchas ocasiones no crea en él mismo.

Llega un momento en la vida del hombre en el que se formula un proyecto de vida. En un primer momento pensará en ser bombero o policía, influenciado quizá por su entorno, su fantasía o bien por el simple hecho de ser dotado de inteligencia, y ello ocurre aún sin la conciencia de todo lo que esos pensamientos implican, sin embargo, después, de manera libre y responsable formulará uno que involucre todos sus potenciales, capacidades, habilidades y dimensiones que se hacen inherentes a él y que contribuyen a su desarrollo, el cual ha de ser congruente, ordenado y armónico, con su naturaleza, como ser creado para el bien, la verdad y la belleza que se manifiesta de distintas formas a través del tiempo y el espacio.

Al elaborar su proyecto de vida, deberá elegir, poniendo en práctica su capacidad de ser libre, conociendo y comprendiendo sus limitaciones, respetando y atendiendo a su naturaleza, para que ese proyecto lo plenifique. Deberá también poner a prueba la creatividad, que enriquecerá sus posibilidades de elección y que necesitará de un cúmulo de conocimientos importantes para poder concretarse. Se desarrollará como persona en un marco de interrelación con los demás, con el mundo físico y con la trascendencia. Deberá buscar y ejercitar la forma de comunicarse, comprendiendo y expresando dichas relaciones.

Bajo este contexto, emerge de manera importante la educación; “nace bárbaro el hombre; redímase de bestia cultivándose” decía Baltasar Gracián. La labor de capacitarnos en cualquier ámbito, nos permite autoconducirnos y perfeccionar nuestra vida de acuerdo con la exigencia de nuestro propio ser, tan es así que desde niños, cuando nuestros reflejos constituyen el único lazo con el mundo exterior, el accidente de encontrarnos físicamente con algo que nos agrada o simplemente nos llama la atención, nos impulsa a buscar una perfección y es entonces cuando se convierte en una necesidad, de esta manera, según Piaget, aprendemos a manejar esquemas y lo mejor de todo, aprendemos a modificarlos.

Poco a poco las exigencias van cambiando y la función de la familia entra en juego. Freud decía que dentro de las etapas de desarrollo psicosexual, el niño responde de acuerdo a como se satisfacen sus pulsiones libidinales y que en función de eso, se generaría la personalidad adulta, por ejemplo; si un niño durante la etapa anal, -relacionada con el control de esfínteres-, es estimulado, no presionado por los padres, generará una personalidad adulta cooperativa o altruista, si sucede lo contrario, el resultado será una personalidad hostil o mezquina.

Erikson por su parte, abordó el aprendizaje de experiencias tomando en cuenta
las influencias sociales. Toda persona puede pasar cada etapa del desarrollo psicosocial de acuerdo a dos vertientes, una positiva y una negativa. Tomemos el ejemplo de un niño de cuatro años de edad; en esta etapa siente la imperiosa necesidad de demostrar sus habilidades motrices y mentales, este niño tiene la capacidad de lograr cada vez más cosas por sí mismo; si su interés por participar en muchas actividades es bien canalizado por quienes le rodean, generará iniciativa, la cual lo preparará para el desarrollo de la responsabilidad y moralidad que manejará como adulto; por el contrario, si no es aprobado, tales acciones le generarán culpa.

Podría mencionar más ejemplos, sin embargo, considero que lo mencionado anteriormente abarca las dimensiones sobre las que habrá de conducirse la persona a lo largo de su existencia y además constituye parte de la base de una educación no formal, que parte de lo empírico e innato hacia nuestra consolidación como adultos, y ante ese empirismo innato que hasta ese momento nos ha ayudado a solucionar nuestros primeros problemas se hace necesaria una educación formal...la escuela.

En plena posmodernidad nuestro país enfrenta exigencias de profundos cambios cualitativos impulsados por la globalización, situación que implica la competencia en el mercado internacional de bienes, servicios y recursos humanos. El hombre es el único ser que posee capacidades intelectuales, afectivas y volitivas; convierte sus indigencias en fuentes de una dinámica que lo ubica en la dirección de realización para vivir en un mundo que se transforma día a día. Es sujeto y objeto de praxis histórica; realiza sus actividades de manera intencional con un propósito consciente y, además, deliberado. De la misma manera, establece una relación de interioridad con sus actos. Sólo él puede establecer una relación con la naturaleza y con la realidad social e histórica, pues se transforma a sí mismo al transformar su realidad. Víctor Guédez, asesor de la UNESCO, puntualiza: “la acción integral del hombre, tanto en su menesterosidad como en sus recursos, constituye el punto de apoyo de una concepción de la educación superior”. Además, “la educación se relaciona siempre con un proyecto de hombre y de sociedad, activamente propugnado o pasivamente aceptado”, afirma Suárez Díaz.

En este entendido, es necesario generar una actitud distinta en quienes nos dedicamos a enseñar. Decía Albert Einstein “la única manera de educar es dando un ejemplo, a veces un ejemplo espantoso”. Tenemos todavía la errónea idea de que los docentes somos los únicos que enseñamos cuando en realidad, seguimos aprendiendo, en voz de Cicerón “Si quieres aprender, enseña”, pero el problema no radica en enseñar, sino en cómo lo hacemos.

Todo acto educativo es una experiencia formativa de la personalidad y, por ende, despierta una actitud crítica en el individuo. Una sociedad educada es, indefectiblemente, una sociedad crítica; es decir, una sociedad que buscará siempre modos superiores de convivencia. Tarea importante e irrenunciable de los docentes es encauzar la educación para desarrollar nuevas experiencias y actitudes analíticas, críticas, reflexivas y participativas en el sentido más positivo para los estudiantes. Nadie tiene el derecho de rehuir la obligación de actualizarse en vías de optimizar el quehacer docente cotidiano. No es aceptable en la realidad que vivimos que se presente un desenvolvimiento rígido cuya característica sea la incomprensión y la incomunicación así que como dijera Belén Guerrero “quien se atreve a enseñar, que nunca deje de aprender”.

De esta manera, nos convertimos todos en aprendices y por ende, nos debemos involucrar en el proceso desde las raíces primeras, entendiendo la concepción de hombre, educación, sociedad, historia y ciencia así como los beneficios que de ello se desprenden. Para Hobbes, “el hombre es apto para asociarse solamente gracias a la educación”.

Nuestra función como docentes es dirigir, orientar y facilitar el aprendizaje frente a nuestros grupos. En el aula y fuera de ella nos convertimos en los ejes fundamental de los cambios. Vamos realizando una gama de funciones: guía, innovador, investigador, consejero, creador, autoridad y realizador de nosotros mismos, de nuestros alumnos, de sus compañeros, de la institución, de la sociedad de la cual somos parte importante; la educación que propicia “universaliza la cultura, la difunde a través del tiempo y del espacio dentro de la sociedad humana” según Moncayo (1986).
Así llegamos a conocer y enfrentar la realidad que nos circunda y, dentro de ella encontramos el origen de la ciencia actual, que pretende, fundamentalmente, explicar la posición del hombre ante los diversos aspectos de la vida cotidiana, analizando lo que afirmara Montessori, (1986) “Si la ciencia empezara a estudiar a los hombres, llegaría no sólo a dar nuevas técnicas para la educación, sino que también nos llevaría a una comprensión profunda de muchos hechos humanos y sociales”. Es precisamente a través de los sistemas actuales de educación que se pretende establecer la comunicación perdida, la búsqueda de los valores que le dan sentido a la convivencia del hombre con el hombre y a las metas de superación del hombre mismo y de la sociedad con todos sus productos culturales.

El hombre tiene necesidad y potencialidad. Tiene vacíos y carencias de diversa índole: necesita techo, vestido y alimento porque es parte de la realidad físico-biológica; necesita compañía, afecto, solidaridad, seguridad y comprensión porque es parte de la realidad socio-política; necesita cultura, ciencia y educación porque es parte de la realidad antropológico-cultural; necesita trabajo, dimensión dinámica de la vida humana y libertad, porque es parte de la realidad histórico-existencial; y, finalmente, necesita proyección espiritual e intelectual porque es parte de la realidad axiológica que lo centra en relación con lo existente, lo cual condiciona su acción, lo reta y lo desafía. El hombre trasciende el tiempo y el espacio... deja huella.

Por tal motivo, entendemos la educación, como la tarea personal y comunitaria de llevar a cabo proyectos, incluyendo ese proyecto de vida del que hablaba al principio, tal hecho lleva a la persona a capacitarse para autoconducir y perfeccionar su vida y debe ser en un marco de respeto hacia la dignidad del educando. Para lograr este proyecto habrá que poner el acento en lo que consideramos específicamente humano; la libertad, la creatividad y la apertura. El hombre que pensamos deberá aprender a aprender para aprender a ser. Su desarrollo por tanto, se hará dentro de las pautas de su propia cultura y de los principios de internacionalismo que le toca vivir y a los cuales llevará su identidad como hombre de un lugar y de un tiempo. La escuela ayudará en el cultivo de esas dimensiones, haciendo una transmisión crítica de la cultura para que aprenda a reconocer lo que es valioso en la misma.

La educación tiene urgencia de elaborar un nuevo concepto de hombre: mejor en sus relaciones; mayor en sus aspiraciones sociales; promotor de generaciones nuevas con más y mejores posibilidades de vida; y, superior en analizar su realidad para transformar su sociedad. No hay esfuerzo humano, por pequeño que nos parezca, que resulte inútil en el consenso general de construir en mejores condiciones el mundo en que vivimos. El conocimiento y la difusión de las relaciones humanas en su doble aspecto de toma de conciencia y de recurso de comunicación, permite abocarnos a una necesaria concepción de hombre en educación de todos los niveles. La errática estrella que según la Iliada presagió la guerra de Troya, no debe volver a hacerse presente en el feliz alumbramiento del hombre nuevo, portador de una dinámica filosofía de vida. Contemplemos su advenimiento como un fenómeno natural, lógico en su procedencia y en su destino superior; tratemos de advertirlo, de conocerlo, de identificarnos con él para explicarlo mediante los caminos amplios y seguros de la educación.

La educación es la clave del progreso. Establezcamos un puente sólido que se apoye en los afanes de búsqueda del hombre, vinculado con los ideales de realización de una sociedad más justa. Ideales que reflejen la lucha del hombre de todas las regiones de México y del mundo por alcanzar la seguridad de un mayor nivel educativo, caracterizado por la calidad y la excelencia que nos proporcione posibilidades superiores de vida.

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